Infraestructura convencional e infraestructura sostenible regenerativa: cómo impulsar proyectos con un impacto neto positivo

La infraestructura es el principal motor de desarrollo humano, pero también el principal detonante de impactos ambientales y sociales sobre el planeta, entre otros, los asociados a la pérdida de biodiversidad, la transformación de ecosistemas y las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto hace que la toma de decisiones sobre su diseño, construcción y funcionamiento cuente con un increíble potencial para crear un cambio de modelo, generando no sólo un claro desarrollo económico, sino también un progreso social inclusivo y una contribución al medio ambiente.

Históricamente, la infraestructura se ha concebido desde un enfoque convencional en el que, para aportar una solución técnica concreta a un problema específico, se exige el cumplimiento de una serie de requisitos y características que privilegian la eficiencia económica y la calidad. La infraestructura sostenible, en cambio, es mucho más amplia en su enfoque, y busca garantizar la sostenibilidad económico-financiera, social, institucional y ambiental durante todo el ciclo de vida del proyecto. Adicionalmente, para promover la infraestructura sostenible, cada vez es más relevante el papel que juegan las soluciones basadas en la naturaleza, que permiten diseñar infraestructuras resilientes brindando respuesta a los riesgos de desastres naturales y al cambio climático.

Bajo esa visión holística, la infraestructura sostenible ha dado un paso más con la consideración del enfoque regenerativo que busca, a partir del análisis del contexto local, lograr un impacto económico, social y ambiental neto positivo. La infraestructura sostenible regenerativa es capaz de restablecer los daños causados por las relaciones de la actividad humana y lograr la recuperación del entorno y los sistemas naturales donde se integra.

Para llegar a este enfoque es necesario que desde la etapa inicial del diseño de la intervención se cuente con el compromiso de las partes interesadas y de las comunidades locales donde se desarrolla el proyecto. Por otra parte, dentro del enfoque regenerativo es necesario buscar la multifuncionalidad de la infraestructura, es decir, maximizar su potencial para satisfacer más de una necesidad. Esto permite desarrollar proyectos de infraestructura que generan resiliencia, protegen la biodiversidad, logran la inclusión en los beneficios derivados del proyecto y, en general, regeneran el daño que hemos causado.

El MPAS: una nueva oportunidad de trascender la infraestructura convencional

Desde hace varios años, el BID ha venido promoviendo inversiones en infraestructura sostenible y ha sido líder en el diseño de un marco de referencia para evaluar que los proyectos cumplan con los atributos que definen su aporte en los diferentes ámbitos de sostenibilidad considerados, incluyendo el enfoque regenerativo. Ahora, gracias a la oportunidad de incluir el nuevo Marco de Política Ambiental y Social (MPAS) del BID en la agenda pública, podemos impulsar con más fuerza la necesidad de financiar proyectos en la región que vayan más allá de la infraestructura convencional.

En el BID consideramos que una adecuada gestión socioambiental de los proyectos que financiamos es una parte esencial de nuestra contribución a un desarrollo regional más incluyente y próspero. Por esto, estamos comprometidos con facilitar la sostenibilidad, más allá de la mitigación de los riesgos e impactos adversos y a maximizar los beneficios del desarrollo sostenible, de conformidad con el principio de “hacer el bien más allá de simplemente no dañar”.

El MPAS incorpora una lista de exclusión que contiene actividades concretas que el BID no financiará debido principalmente a que son incompatibles con nuestro compromiso de hacer frente a los desafíos del cambio climático y promover la sostenibilidad ambiental y social. Adicional a esto, desde el BID no solo acompañamos a los prestatarios a definir como se evitarán daños, sino también a que consideren las maneras en que el diseño de los proyectos contribuirá al bien social y ambiental.

Cuando en la evaluación ambiental y social de un proyecto se identifican esas posibles oportunidades de mejora en su diseño, se hace necesario incluirlas no solo en el proyecto, sino también en las estrategias de país, a fin de fortalecer los sistemas de gobernanza ambiental y social nacionales. Si procede, esas oportunidades podrán aprovecharse para promover aún más la sostenibilidad en el desarrollo.

Para ello, es clave contar con nuestro enfoque sistemático de participación de las partes interesadas, que ayuda al prestatario a identificar todos los actores relevantes, especialmente las personas afectadas por el proyecto, y establecer y mantener una relación constructiva con ellas, que contribuya a diseñar y construir un mejor proyecto, para el beneficio de todos. Esto permite evaluar el nivel de interés en el proyecto de las distintas partes, consolidar su apoyo y tomar en consideración sus puntos de vista en el diseño y el desempeño ambiental y social de la infraestructura.

La emergencia climática a la que nos enfrentamos ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema económico actual. Para hacer frente a los grandes retos de América Latina y el Caribe, se requiere un cambio drástico en nuestra infraestructura para ir más allá del enfoque convencional de ‘’no hacer daño’’ y pasar a una infraestructura sostenible o regenerativa, promoviendo soluciones basadas en la naturaleza y una interacción positiva entre la infraestructura y su entorno, que sea compatible tanto con el desarrollo económico y social como con el planeta.

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