Cuatro razones para construir resiliencia en América Latina y el Caribe

Decía Pablo Freire, el filósofo de la práctica de la educación de adultos, que “aprender es para nosotros construir, reconstruir, constatar, para cambiar y es que nada se hace sin apertura en el riesgo y la aventura del espíritu”. Esta frase evoca los aprendizajes que generan los desastres, el ciclo de construcción del desarrollo y la reconstrucción post desastre, donde es fundamental tomar decisiones que busquen el cambio y gestionen el riesgo para reconstruir un futuro distinto y más resiliente. A principios de 2021, con las imágenes del impacto de las tormentas ETA e IOTA en Centroamérica aún recientes, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) anunció el inicio de un diálogo regional orientado a la construcción de la resiliencia ante los desastres naturales y el cambio climático.

Uno de los resultados de este diálogo fueron la serie de seis seminarios virtuales que ahora se comparten en la publicación interactiva: Construyendo Resiliencia. En un contexto de “nueva normalidad”, producto de la pandemia del COVID-19, esta publicación permite capitalizar rápidamente el conocimiento colectivo generado por esta serie de seminarios virtuales.

La publicación interactiva sintetiza los elementos principales de cada seminario, mientras que los vídeos permiten profundizar en la complejidad y los claroscuros de la temática.

Cuatro elementos de valor que queremos destacar son los siguientes:

  • Muestra las distintas perspectivas de los principales actores de la región en la temática. La publicación combina las perspectivas de técnicos y tomadores de decisión de toda la región, en un caleidoscopio fascinante que incluye la perspectiva de los bancos multilaterales, con el énfasis en prevenir los desastres y la infraestructura verde; los testimonios de los alcaldes y los retos para enfrentar las crisis, de las que surgen nuevas formas para incorporar a la población en la toma de decisiones para una reconstrucción resiliente; y las experiencias de éxito lideradas por técnicos de instituciones públicas, que testimonian un compromiso admirable.
  • Ofrece una visión global de los temas que han venido avanzando en la región. En el día a día de la implementación de políticas públicas de las dimensiones de la gestión de riesgo o la adaptación al cambio climático, resulta difícil percibir los avances, sobre todo cuando nuevos desastres como ETA e IOTA golpean los mismos territorios que fueron impactados por el huracán Mitch 28 años atrás. Pero, parafraseando la célebre frase atribuida a Galileo Galilei, “sin embargo se mueve”. La reducción de las pérdidas humanas en Centroamérica con el paso de las tormentas ETA e IOTA es un indicador de las mejoras en los sistemas de alerta y evacuación. Se ha recorrido un camino importante desde la conferencia de Yokohama por un mundo más seguro en 1994, pasando por el marco de acción de Hyogo (2005-2015), hasta el actual marco de Sendai (2015-2030).

Una de las temáticas emergentes en las que la región ha sido líder mundial es la gobernanza del riesgo. Se ha pasado de intuir que la gobernanza era un aspecto fundamental para la reducción del riesgo de desastres, a poder medirla y evidenciar qué mejoras de gobernanza contribuyen de forma directa a reducir las pérdidas económicas y humanas de los desastres. En esta transición, el BID ha desempeñado un rol fundamental, desde la creación del Índice de Gobernanza y Política Pública (IGOPP) para la gestión del riesgo de desastre, que fue presentado en la conferencia de preparación para la elaboración del marco de acción de Sendai en 2014, hasta la inclusión del índice en el reciente “Informe de evaluación regional sobre el riesgo de desastres en América Latina y el Caribe (RAR 2021). También hay que mencionar su endoso por Naciones Unidas y la adopción por México Chile, Perú y los países adscritos al Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (CEPREDENAC). Otras evidencias de estos progresos son la creación de colaboraciones público-privadas para poder subsanar el vacío de información sobre el riesgo de desastres, entre las que destacan el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) de México o el recientemente constituido Instituto para la Resiliencia ante Desastres (i-Trend) de Chile.

  • Manifiesta las principales oportunidades de mejora para la construcción de la resiliencia en la región. Entre estas destaca la necesidad de aumentar la inversión en el conocimiento del riesgo como un bien público fundamental para un desarrollo más resiliente. Esto requerirá la búsqueda de mecanismos de financiamiento innovadores que logren movilizar capitales privados, siguiendo modelos similares al del i-Trend. Por otro lado, aunque existen algunas experiencias muy valiosas en la región, como la de las presas de riego en Bolivia o las carreteras en República Dominicana, aún es preciso avanzar para integrar el análisis de riesgo en las principales inversiones públicas. Finalmente se requiere de nuevos enfoques y herramientas para promover la integración del Build Back Better de forma sistemática en los procesos de recuperación post desastre.
  • Brinda un abordaje deliberativo, que combina elementos conceptuales con la realidad de la implementación de la política de gestión del riesgo en la región. Se trata de un material de especial valor para procesos de formación que, más que orientarse a conocer el marco teórico de la construcción de la resiliencia, se enfoca en la comprensión de las prioridades y contextos de los distintos actores, donde no existe una única lectura sino muchas, dependiendo de la perspectiva del observador.

Hace 267 años, en un intercambio de cartas con Voltaire tras el terremoto de Lisboa, Rousseau reflexionaba que no era la naturaleza, sino la localización de las viviendas y el tipo de construcción, las causas principales de la catástrofe. Aunque aún queda mucho camino por recorrer, la publicación interactiva testimonia como América Latina y el Caribe se ha convertido en líder mundial al transformar el concepto de que los desastres no son naturales, profetizado por Rousseau, en políticas públicas.




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